PRÒLOGO DE BELLAS ARTES- MANIFIESTO
Cuando pienso en la Historia del Arte, mi mente se va a la caverna. De ahí en más, hasta aquí, el arte es una flecha dirigida al infinito, en permanente cambio, una trayectoria en permanente mutación. Cuando pienso en la Historia de los artistas, pienso en gente laboriosa, pensante, obsecada. Gentes individuales que luchan contra tormentas de sus tiempos, y, si sale airosa, es con una técnica , imagen, y algo que decir. A veces estos autores se juntan y enhebran Manifiestos. Artistas que sufren. Artistas que surfean cómodos en su mundo. ¿Artesanos?
Todos los disfrutes tienen su saber, y ese conocimiento nos es escamoteado. Por los que quieren seguir usufructuando ese goce.
Esa aristocracia de sabedores llenan de misterio y puertas cerradas, solemnidad y precios inalcanzables esto que nos pertenece a todos: el arte, su historia.
La solemnidad es una de sus armas preferidas: acceso para pocos, obras intocables, próceres sufridos, mucho dolor y pompa detrás de cada obra. Poco humor.
El Humor y el Drama son los grandes aliados del Arte. Representaciones paradojales, mentiras tan exageradas como la verdad, el humor acompaña tanto a juanitos lagunas como a guernicas como a moisés, siempre sentado, siempre enojado.
Un artista vive su existencia cruzada por dramas y humores. En la realización misma de una de sus obras se siente invadido por esas vivencias ¿Quién no tiene un mal día, y otro lleno de risas? “Me la creo, no me la creo, me la creo, no me la creo”.
Los que sí se la creen son los que se apropian de los museos, las galerías, los textos teóricos, las enciclopedias, los curadores, muchos estetas. El humor no es un tonto chiste de un guía frente a la maja desnuda. Humor es desarmar ese tonto andamiaje donde se enmarca con dorados y orlas, y mostrar dónde no se sostiene una instalación. Reírse sabiendo, nunca ignorando.
Reír del artista. Reír de la anécdota. Reír de la técnica. Reír de las lecturas pretenciosas. Reír del contexto en que fue hecha la obra maestra. Reír de la obra, reírse de uno mismo mirando la obra. Son reír.
Reconozco que no sabía, hasta abordar este trabajo, nada de la Historia del Arte.
Mi primer recuerdo acerca de esta disciplina, es el de ser niño y caminando la vereda de la cuadra de mi casa. Ir hasta el almacén y después, hasta casi la esquina, yendo a ver el interior de una ventana alta en una vivienda de puertas cerradas, para pispear en ella partes de esculturas: bustos, figuras clásicas de pie, y alguien de anteojos y barba trabajándolas. Misterios de las sinécdoques. Cruzar la calle para observar más esa ventana, para que la fuga renacentista diseñe más esculturas, y el misterio se incremente. ¿Qué era todo eso? ( Treinta y cinco años después encontré a este artesano en la parada del 132, le balbuceé alguna pregunta de niño en suspenso, y me enteré que era sordomudo).
Luego vendrán algunos cuadritos de historietas, y humor sobre pintores, consumos inocentes que no conducían a ningún saber y sólo alimentaban el estereotipo, el enciclopedismo y la parodia. Vendrá la curiosidad ante algunos fascículos de la Pinacoteca de los Genios, donde obras excelsas existían por haber ocurrido en nubes descontextualizadas donde cada artista recibía la musa, marcianos que no dialogaban con su antes y su después, en el imperio de la generación espontánea. Y me llegará la ignorancia en los Museos, lugares opacos con epifanías obligatorias, donde uno debía tener la boca abierta ante maravillas que no nos conmovían.
Hasta que tuve dos suertes: la remeterme a comprender los cuadros que me interesaban desde mi dibujo, adentrándome en sus composiciones, y en ese hacer, surgen las preguntas. Y de a poquito, la necesidad de tratar las obras con humor. La otra suerte es haber encontrado un curso, o varios, de historia del arte, dictados por Marta Zatonyi, esteta húngara, quien desde la teoría, y de manera multidisciplinaria, nos sumergió en esta linea de tiempo maravillosa.
La historia del Arte, llena de inconsciente, cruces humanistas, voluntad de poder, rebeldías, y un humor que pide a gritos emerger, así se la lee desde un nuevo punto de vista.
Todo eso, y un día empecé a publicar Bellas Artes.
El resto es dibujo.
Miguel Rep
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