Crítica a Evita Nacida para Molestar en El Cohete A La Luna

DE CÓMO HUMORIZAR Y HUMANIZAR A EVITA Si Evita viviera, leería este libro. Y se reiría. POR CARLOS ULANOVSKY Tenía que ser un artista que se fuga permanentemente de los estatutos, como es Rep, el que se cargara al hombro esta biografía de Evita relatada en trazos y colores, única y disparatada. Miguel no evita nada sobre Evita en este libro desbordante de encanto, admiración y subjetividad; de desafío, lindo humor e incomodidades. El autor la ubica, con justicia, desde el título: Nacida para molestar. En su increíblemente corta vida (pucha, hermana, por qué te moriste tan joven), Evita califica en un extenso catálogo de molestias. A su padre, abusivo y violento y a los que –empresarios, artistas, falsos influyentes– se aprovecharon de ella; a las damas de beneficencia y habitués del Colón y a los militares, antes y especialmente después de su muerte; a los que le hicieron difícil e imposibles sus sueños de actriz y a Libertad Lamarque; a quiénes la prefirieron morocha y no rubia y con rodete y a los que nunca se bancaron el 17 de octubre de 1945; a las mujeres que jamás le devolvieron en sonrisas los derechos que les habilitó para siempre y a Francisco Franco en la España de posguerra; a Braden y a la puta oligarquía; al machismo siglo 20 y a los enemigos del justicialismo; y, seguro, más de una vez, también molestó a Perón por marchar siempre adelante, por su carisma, por su modo infatigable de proteger de la mañana a la noche a los más necesitados, ese estilo que la desvivió en vida. Desde sus creaciones cotidianas y en (todos) sus libros Miguel Rep le disputó el ingenio a Don Quijote. Y, si cabe, hizo más divina a la Comedia del Dante. Sus Postales son muestras de Bellas Artes, tanto para El recepcionista de arriba como para cualquiera que se precie de buen lector. Se llama Miguel Antonio Repiso, pero casi todos lo llamamos Rep. Y también él nació para inquietar, para provocar, para cambiar desde el arte. Lo demuestra, de la primera a la última página, en 167 dibujos antológicos que tienen de todo: reflexión, melancolía, información, humor, mucho humor pero también esa marca registrada de resentimiento que la volvió eterna y la profunda tristeza por todo lo que no pudo hacer y llegar a ser. Por ejemplo, le cuenta Rep, me imaginaba, tomándola del hombro y hablándole suavemente al oído: «Para que pases a la historia, Eva, tuvo que ocurrir esto: Tener hambre, Ser bastarda, Irte a la gran ciudad, Ser fiel a tu origen, Llamarte Eva, Tener esa voz en los discursos, Haber sido más peronista que Perón, Tu renunciamiento, Que el pueblo te haya convertido en Santa”. (En el libro se mencionan 54 ocurrencias más). Modo de uso El texto tiene siete estaciones de lectura, representadas por las diferentes maneras en que se llamó y fue nombrada en sus 33 años. María Eva Ibarguren, apellido que rechaza con encono en la escuela cuando la maestra toma lista. Solo admite ser identificada como una Duarte y desde pequeña refunfuña venganza contra su padre, maltratador de doña Juana. Pese a la falta de reconocimiento familiar, ella ya es fuerte y decide: a Ibarguren muerto, Duarte puesto. Como María Eva Duarte debuta en teatro haciendo de mucama, sin sospechar que, en poco tiempo, llenaría la mesa de un pueblo entero. Frente a la conmoción masiva que provoca la muerte de Carlos Gardel, Rep le hace decir: ¡Qué velorio! ¡Tanto lío por un artista!. Es junio de 1935 y no imagina lo que pasará 17 años después cuando se muera ella, una ex actriz transformada en la abanderada de los humildes. El famoso sopapo que en un set de filmación le encaja una colega nerviosa se exhibe (y se sufre como propio) en una doble página en cámara lenta. Ya es Eva Duarte cuando conoce a Perón en el Luna Park. A partir de esa jornada de 1944, se acercan, se enamoran, se moldean mutuamente y, en lo sexual, probablemente hastiados de la primera y de la segunda, los dos cuerpos inventan, para los tiempos, la Tercera posición. Por supuesto, él abajo, ella arriba. Como Eva Perón en 1947 viaja a la Europa devastada por la Segunda Guerra y allí donde pone sus pies y sus manos con mucho de lo que a los europeos les falta es recibida como una reina que llega del sur. En el Vaticano, agobiada por tanto color blanco y amarillo, se pregunta: ¿Y si le hago un par de huevos fritos al Papa? A su regreso hace millones de cosas que en nuestro país no existían: la Ciudad Infantil y el voto femenino; la Fundación y la ayuda a todos los que le piden; la idea de Ciudad Evita y el libro La razón de mi vida. En 1951, furiosa porque los contreras uniformados de Perón se confabulan, quiere ajusticiarlos a todos y propone la creación del Partido Ajusticialista. Evita es ella y sus numerosos renunciamientos: Los Toldos, Junín, ser madre, ser morocha, descansar, la vicepresidencia, una vida tranquila, la vida. Genio y figura hasta su sepultura, imposibilitada de descansar en paz, al verse finalmente en el cementerio de la Recoleta quiere saber quién fue el que la puso entre tanto garca. Y como nada, ni nadie, le quitará de su cabeza la idea de que los únicos privilegiados son los niños, a ellos está dirigido lo que Rep llama el Bonus Trá, Santa Evita explicada para niños. El libro tiene dos extras, imperdibles. Uno es el prólogo del talentoso Pedro Saborido, que dice de Rep: “Se supone que todo adulto tiene un niño adentro. No es el caso de Miguel: él es un nene con un adulto adentro”. El otro: los imprescindibles repasos de Repiso (Jorge, su hermano, periodista y escritor), unos encuadres históricos que, entre otros, firman Mamá Juana, la ciudad de Buenos Aires o Perón. Antes del primer capítulo inquieta una nota al lector que avisa: “Los personajes y vicisitudes de este libro están basados en hechos reales, excepto la página 70”. Quien esto escribe no se siente con derecho para revelar que encontrará el lector en ese lugar. Solo dirá que hay un gato y un almanaque cercano a una fecha que pasó a la historia. El cuartito de arriba Sí: el autor de este libro es el mismo Miguel, aunque con algunos años más y el apellido recortado. Es aquél chico de 11 años que en el cuartito de la terraza de su casa, en el barrio de Almagro, jugaba a fundar la editorial Osiper (claro, Repiso leído de atrás para adelante). Ya dibujaba bien, pasión que comenzó a ejercer más frecuentemente a los 13 cuando con su amigo Carlos Carballo crearon publicaciones, escritas y dibujadas totalmente a mano y que cada tanto cambiaban de nombre; Show, Hamlet, Bazofia. Impulsados por la curiosidad, llegaron a Maipú 942, sede de la editorial de Dante Quinterno, la factoría de la que salían productos masivos como Patoruzú y Patoruzito. La cuestión era simple: mirar mucho y aprender todo lo posible. Quien lo empoderó fue Héctor Torino, dibujante, autor de tiras exitosas como El conventillo de don Nicola. Después de algunas clases les dijo a Rep y a su amigo: “Dejen de dibujar en birome. Acostúmbrense al lápiz. Ustedes ya están para publicar”. Dicho y hecho. No había cumplido los 15, cuando en marzo de 1976 –vaya fecha– Rep debutó, gráficamente hablando, en la revista Cuarta Dimensión que editaba el actor y ovnílogo Fabio Zerpa. En el marco del cincuentenario del alunizaje, ese trabajo histórico se reprodujo en una edición reciente de Página 12. Como tantos de nosotros, el precoz editor se crió en un hogar donde política sonaba a mala palabra. Recuerda un incidente dramático: ocurrió cuando su padre entró al cuartito de arriba y a mano alzada quitó de la pared tres posters blanco y negro (uno del Che, uno de Hitler y el otro de Evita) que el pibe, sin saber claramente su significado y su trascendencia políticas, había recortado de los fascículos Historias de las revoluciones. Más adelante, él y su amigo Carlos tuvieron una especie de despertar ideológico. De visita en la casa del dibujante Caloi, se sorprendieron al descubrir en una pared un cuadro de Evita. “Imaginate –explica– era la dictadura. Mi amigo y yo pensamos, uh, que valiente es este hombre». Desde entonces pasó la vida y el niño-adulto (o viceversa, Saborido dixit ) no dejó de crecer, artística y políticamente, humana y culturalmente, construyendo eso que se llama una obra, hasta convertirse en una persona y en un artista valientes. El libro de Evita es parte de una trayectoria consistente, seria, pero que nunca dejó el humor de lado. Rep nos hace sonreír, como cuando sonreímos con los buenos recuerdos de Eva. A la manera del loquito suelto de Colonia Vela, en la novela No habrá más penas ni olvidos de Osvaldo Soriano, que dice: “Nunca me metí en política. Siempre fui peronista”, Miguel establece: “Nunca fui peronista. Adherí siempre a Evita”. Muera el cáncer Rodeada de vestidos, sombreros, zapatos, joyas y maquillaje: así aparece Evita en uno de los dibujos. Despatarrada en el suelo, lee algo que puede ser el resultado de unos análisis y, desolada, se pregunta: “¿Cómo que me voy a morir?” Y, más adelante, otra pregunta: “Espejito, espejito, ¿quién es la moribunda más bonita?” A manera de respuesta, el espejo devuelve una imagen cadavérica. Luchadora hasta lo último, los profesionales que no pudieron curarla se sorprenden al llegar a su habitación. Encuentran una proclama que dice: “Si me van a diagnosticar algo grave, no se les ocurra molestarme. Aquí no soportamos médicos vendepatria”. Amada por sus descamisados y grasitas; odiada por sus enemigos que, armando la grieta más hipócrita y malsana, brindaron por su enfermedad, Evita muere en el mundo Rep custodiada por “angelitos cabecitas negras”. Es “esa mujer”, que vivió y también empezó a morir producto de días y noches de trabajo interminables. Con sus obras mejoró el destino de miles de personas que, igual que ella, nacieron pobres, pasaron hambre, rechazos , humillaciones. Mientras estuvo de pie, fuerte y sana, Evita practicó todas las conjugaciones posibles del verbo dar. Hoy tendría 100 años. Difícil, imposible conjeturar qué sería. Pero en una de las páginas finales, Rep dibuja hombres y mujeres en situación de calle, niños revisando tachos de basura, negocios cerrados, gente entristecida. La justa leyenda dice: “Si tus ojos vieran estos tiempos, Eva». Mucho de lo que pasa hoy a nuestro alrededor ofende la memoria y el legado de Evita. Es doloroso que 67 años después de su muerte, el odio que tanto la lastimó siga siendo uno de los grandes temas que nos explican como sociedad. En otro momento de Nacida para molestar (editado por Planeta) Eva habla con Paco Jamandreu, su modisto. —¿Por qué no nos quieren, Paco? —Porque fuimos pobres y pueblerinos. Porque soy marica, y vos, acusada de trola. Y porque los dos triunfamos en la gran ciudad.

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