TEXTO SOBRE EL NOVENO ARTE




EL NOVENO ARTE

Por Miguel Rep



¿Empieza la historia de la historieta con un globito lleno de palabras dichas por un loro saliendo de un gramófono en una secuencia del Yellow Kid?
Una vez, en México DF, en un reportaje público a Will Eisner, le pregunté: “Maestro, usted estaba creando el comic The Spirit en la misma ciudad y en el mismo año (1941) en que Orson Welles filmaba Citizen Kane. Ambas obras revolucionaron a sus respectivos géneros, ¿se conocían ustedes, estaban en el mismo ambiente, dialogaban sobre la necesidad de nuevos caminos expresivos, sea en guión como en el manejo de cámara?”. “No. No nos conocíamos. Eso estaba en el aire.”
En el aire también parecía estar el hacer una revista para la nueva clase media urbana, y la hizo Divito. Corría el año ‘44, finales, y parece que pegó un portazo en la redacción del puritano Patoruzú. Fue a su tablero, acortó faldas, y su Rico Tipo fue bien acogida por peronistas de la primera hora y por contreras.
Cuando las veredas sean como son en La Pequeña Lulú, los puestos de limonada como los de Peanuts, los noticieros tengan enfoques a lo Jimmy Steranko, la gente tenga la dignidad de las arrugas que dibujaba Alberto Breccia, los árboles sean como los de Oski, los adoquines vuelvan a ser como en Mafalda, cuando tengamos tremendos sueños a lo Winsor Mc Cay, el mate cimarrón sepa a Lindor Covas, los pajonales remitan a Roume y a Repetto, las sombras que proyectamos sean como las que pincelaba Carl Barks, los museos y los niños de pantalones cortos sean de Sempé, las chicas estén desabrigadas como en Dogpatch, los batidos desborden como en Archie, los tíos sean como los cejudos de Calé, las escaleras tengan el diseño de Geo Mc Manus, los efectos alucinógenos fluyan como en los cuadritos de Gilbert Shelton, la espuma de la cerveza como de Andy Capp, los salames cortados por Jacovitti, cuando todos los mapas no sean de Google sino de Saul Steimberg, los shoppings sean diseñados por Moebius, las despedidas sean a lo Hugo Pratt, los patios traseros tengan el paisaje y los bichos de Krazy Kat, los escritorios como los del Dr. Merengue y Don Fulgencio, los silencios como en Copi, las tensiones, como de Alex Toth, algo, no sé qué, sea de Ronald Searle, las lágrimas de Van Buren, los ejércitos del Foster medieval, o de Otto Soglow, las olas estallen como las choca Burne Hogarth, las medibachas calcen a lo Crepax, la pluralidad sea cosa del Pogo de Walt Kelly, cuando conozcamos alguien con los candorosos ojos de Little Orphan Annie y Pepe Dinamita, cuando la ropa de niños dure tanto como en Ernie Bushmiller, a la luz nos la maneje a piacere José Muñoz, cuando los profesores de historia, o de literatura, enseñen a la manera de Stan Lee, cuando nuestra secuencia de vida, día tras día, sea a lo Hergé, los villanos y los psicópatas avisen con sus caras como lo hacía Chester Gould, los mochileros rubios y los turistas japoneses sean marca Milton Caniff, y las camperas en blanco y negro Frank Robbins, cuando los gremialistas sean salidos del lápiz de Solano López, los banquetes, de Uderzo (y cómo llegar a ellos, de Goscinny), cuando el interior de las neveras sean puro Chester Young, los petisos, de Parker y Hart, la nieve deslice a lo Bill Watterson, las mascotas sean de Hamlin, los fajos de billetes sean Dante Quinterno, las relaciones humanas como en Popeye, de Segar, no de Sagendorf, la expectativa de vida, como en el comic Gasoline Alley, cuando las piñas no tengan onomatopeyas como las de Arturo Del Castillo, los culos sean de Crumb, las frazadas, de Alex Raymond, y tengamos muchas amistades a lo Pat Sullivan y a lo Betty Boop, cuando las calles, las plazas y las ciudades se llamen Joao Mottini, Bruno Premiani, Cotta, Hermann, Mazzone, José Luis Salinas, Raúl Roux, Mirco Repetto, Oscar Blotta, André François, Ferro, Fantasio, Zanotto, Bob Kane, Sirio, Paul Coker Jr, Vogt, Oesterheld, Siné, Trillo, Reiser, Henfil, Ziraldo, Bretecher, Cesar Bruto, Milhor Fernández, Tulio Lovato, García Ferré, y el problema edilicio esté bajo al responsabilidad de Héctor Locurátolo Torino, cuando todo eso nos ocurra, la vida va a ser digna de ser vivida.
La historieta es cuadrito más cuadrito. Cuadrito solo no hace historieta, Foto sola no es comic, cine sí. Historieta es movimiento estático. ¿Literatura dibujada, o cine dibujado?
La magia de la historieta no la tiene ningún otro género. Avanzar en la historia, con posibilidad de volver atrás, pispeando la contranarración, es una de las ventajas del noveno arte, ¿cuántos cuadritos me faltan para el final, o peor, para el continuará?
Creadores que se han tomado muy en serio esto de la historieta: Feininger, Mc Cay, Crepax, Caniff, Roy Crane, Vidal Dávila, A. Breccia, Chris Ware, Spiegelman, ¡Pratt!, Billy De Beck, Muñoz, ¡Eisner!, Kurtzman, Andrea Pazienza...
¿Cómo sería dibujar bien antes que los franceses mataran la edad de la inocencia, corroyendo la bande desinée con el mandato del prestigio y la nouvelle vague? ¿Para quién, para qué juicios y prejuicios, desarrollaban sus destrezas, sus habilidades y genio, desde principios de siglo hasta avanzados los cincuenta, cuando apareció la vigilancia sobre el “género menor”, cuando los semiólogos y los poparteros se empezaron a percatar de la laboriosidad y tanto talento destilado en millones de ejemplares? Pobres dibujantes, nunca una tesis sesuda hasta allí, nunca una sala de museo, siempre destinados a fotos simpáticas, con sus viseras, sus tinteros y tablero, alguno con pipa, muy pocos con boinas de artistas... Jamás un pensamiento, siempre indagados para declaraciones técnicas y satisfechas. Unidimensionales. ¿Por qué entonces un Ham Fischer, el de Joe Palooka, resentido ante su colega y aprendiz Al Capp, matándose tras denigrarse dibujando un calumnioso pornográfico Li’l Abner?
¿Por qué el suicidio orgásmico del under Vaughn Bodé?
Un género impar, autosatisfecho y sin ningún Manifiesto...

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